-El pecado del inocente- Decidme, habladme con seguridad; quiero saber quien de ustedes usará el dedo acusador. Mostradme libremente quien tendrá las agallas para elevar una mano, y con ella marcar al culpable. ——¿qué pasará si no lo hacen?—— Un asesino quedará suelto, dan sin pensar el camino para que pueda continuar con sus actividades. ¡Vamos! Bastardos, no seáis cobardes ante mi, decidme, decid lo que todos tienen en sus mentes. Decid con claridad que yo fui quien acabo con su vida. ——Decid -tú lo asesinaste-——
——Interesante, la dama tiene nuevo libro—— -La lectura se ha visto interrumpida- En medio del patio, sola, la joven dama parecía disfrutar de una nueva adquisición. Una historia divertida, un relato más allá de lo normal. Lo estaba terminando, o al menos, hasta advertir la presencia del pelinegro.
——¿Necesitas algo?—— Preguntó la joven con indiferencia; molesta quizá, por haber sido interrumpida en medio de asuntos que le resultaban importantes. Miró al pelinegro, sonriendo. Disimulando en una mueca el deseo de asesinarlo. ——Estoy ocupada—— Alegó, en un intento por levantarse.
——¿Tan molesto le resulto, señorita?—— La joven chasqueó los dientes, regresando su cuerpo junto al joven pelinegro. ¿Por qué no me he ido? Él, el hijo del jardinero de la casa, un hombre alto y de buen porte. Cabello negro, de ojos del mismo color. -Un persona extraño- según nuestra dama. Pero que -más allá de todo- le era importante. ——¿Y?¿De qué va el nuevo libro?——Preguntó el pelinegro, interrumpiendo el repentino silencio
——Asesinatos—— Respondió, Luna
——¡Sorpresa! Si continuas con eso, diré que estás loca——
No hay comentarios:
Publicar un comentario