-El pecado del inocente- Decidme, habladme con seguridad; quiero saber quien de ustedes usará el dedo acusador. Mostradme libremente quien tendrá las agallas para elevar una mano, y con ella marcar al culpable. ——¿qué pasará si no lo hacen?—— Un asesino quedará suelto, dan sin pensar el camino para que pueda continuar con sus actividades. ¡Vamos! Bastardos, no seáis cobardes ante mi, decidme, decid lo que todos tienen en sus mentes. Decid con claridad que yo fui quien acabo con su vida. ——Decid -tú lo asesinaste-——
——Interesante, la dama tiene nuevo libro—— -La lectura se ha visto interrumpida- En medio del patio, sola, la joven dama parecía disfrutar de una nueva adquisición. Una historia divertida, un relato más allá de lo normal. Lo estaba terminando, o al menos, hasta advertir la presencia del pelinegro.
——¿Necesitas algo?—— Preguntó la joven con indiferencia; molesta quizá, por haber sido interrumpida en medio de asuntos que le resultaban importantes. Miró al pelinegro, sonriendo. Disimulando en una mueca el deseo de asesinarlo. ——Estoy ocupada—— Alegó, en un intento por levantarse.
——¿Tan molesto le resulto, señorita?—— La joven chasqueó los dientes, regresando su cuerpo junto al joven pelinegro. ¿Por qué no me he ido? Él, el hijo del jardinero de la casa, un hombre alto y de buen porte. Cabello negro, de ojos del mismo color. -Un persona extraño- según nuestra dama. Pero que -más allá de todo- le era importante. ——¿Y?¿De qué va el nuevo libro?——Preguntó el pelinegro, interrumpiendo el repentino silencio
——Asesinatos—— Respondió, Luna
——¡Sorpresa! Si continuas con eso, diré que estás loca——
domingo, 22 de diciembre de 2013
lunes, 16 de diciembre de 2013
En el instante en que su pregunto termino, el corazón de la niña parecía azotar con nerviosismo. Diría, que pasaría si ella era dejada, si él en verdad no deseaba estar a su lado, entonces, nada importaría. Respiró profundo, observando con detenimiento los ojos del pelinegro. La respuesta no llegaba, mientras en su mente meditaba el error que podría haber cometido. Le miró, deseando decir algo más, pero antes de darse cuenta, algo le había acercado a él; sus brazos le rodeaban. Abrió los labios, pero las palabras quedaron fuera, nada se escuchó. -Claro que me quedaré, nosotros tres seremos felices juntos- La niña aferró sus manos en el abrazo, sintiendo al poco tiempo como él pelinegro se alejaba, le miró, sonriendo, observando sonrojada lo que el muchacho estaba mirando. Hana x Galen. Escuchó sus siguientes palabras, sonriendo, sin decir nada más. Sintió sus labios rozar con los de él, sintiendo la vergüenza al poco tiempo; quizá fuese tonta, pero el simple hecho de tenerle, le hacía feliz; siempre he pensando que se manifiesta en forma de lastima, quizá. Pero nada sería incierto, desde ahora, siempre iba a amarlo. Llevó una mano a su vientre, rió.
-Dos años más tarde-
Era ya de mañana, los niños estaban durmiendo tranquilamente, o bueno, al menos uno de ellos lo estaba haciendo. El pequeño niño parecía lo suficientemente despierto, el pequeño corría por todas partes, sin escuchar los pequeños regaños de su querida madre. Tan salvaje como él. La niña rió, sin darse cuenta, observando como el pequeño no deseaba descansar. -No deberías estar levantado- Le dijo ella, sonriendo dulcemente, tomando su cuerpo entre los brazos, sujetándole con mucha fuerza. Él era un poco diferente de su hermanita, pero ambos -ante los ojos de la joven- eran sus objetos especiales. Después de todo, nadie podría amarlos más. El pequeño se aferró al cuello de la rubia, recostando dulcemente su cabeza. Le miró, sonriendo. -Si tenías sueño, después de todo- Dejó todo lo que estaba haciendo, caminando hacia las habitaciones de los jovencitos, pero -como suponía- su pequeño ángel no estaba allí. Entonces por eso despertaste. Dirigió sus pies a otro lugar, con precisión, llegó al cuarto del pelinegro, encontrando allí en la cama, a su pequeña niña acurrucada junto al pelinegro. Rió, llevando también a su dulce príncipe. Lo puso delicadamente al otro lado del mayor, observando divertida como sus tres tesoros dormían.
Debía salir, según el pelinegro necesitaba algo, y pregunto varias veces si ella podría ir a comprarlo. Por supuesto que no le importaba, pero las actitudes que tuvo quizá fuesen algo raras. Salió de la casa, besando con anterioridad las dulces frentes de sus niños. Y por supuesto, los labios de quien amaba. Dispuso su cuerpo a salir, mientras escuchaba los llamados de su niña. -¿V-endrás pr-onto mami?- Preguntaba, su pequeña niña, temerosa, tomando del vestido a la rubia. El niño, por otro lado, sostenía en sus labios una pequeña mueca de cachorro asustado, principalmente porque deseaba ir él también. La niña les miró un segundo, abrazando sus cuerpos, dispuesta a salir.
Paso la mayor parte del tiempo en la calle, las personas le saludaban amables, dulces, por que ya le conocían. Los pensamientos vagaban entre las tiendas, esperando encontrar el pedido del cual el pelinegro estaba hablando. Recorrió muchas, hasta que por fin le encontró. Una caja grande, parecía pesada, aunque quizá la subestimo un poco. Comenzó a caminar de regreso a casa, lentamente, recapacitando sus pensamientos. ¿Esto está bien? Por pequeñas razones, le parecía que algo andaba mal, después de todo, se sentía raro que él fuese quien pidió el favor, después de todo normalmente era quien no quería que se esforzara. Galen tonto. Rió con dulzura, dándose cuenta, de que el amor al mayor aumentaba con cada segundo que pasaba. Comenzó a caminar, de regreso a casa. Golpeo la puerta como de costumbre, esperando oír la voz del pelinegro. A penas entro, miró alrededor, susurrando un leve. -Estoy en casa- Espero unos segundos para recibir respuesta, pero nada paso. Buscó con los ojos, hasta encontrar los ojos rojos que tanto ansiaba. Le miró, confundida. ¿Un traje? Se dejo llevar por él, sin decir nada más. Una mesa completamente adornada, no entendía nada, pero tampoco diría nada. Le miró, sonriendo dulcemente, siguiendo los pasos que él hacía hacia ella. Quiso decir algo, pero el pequeño objeto que termino en sus manos fue primero. Parecía una caja, roja, le era bonita. Comenzó a deslizar sus dedos por ella, tomando la abertura desde el extremo. Tapó con ambas manos la boca, asustada, sonrojada, sin ninguna letra en su lengua. -¿G-alén?- Las manos temblaban con nerviosismo, el cuerpo parecía caer, sintió como su corazón palpitaba con demasiada fuerza, ahogando con delicadeza cualquier pensamiento dentro de ella. Le miró, sin decir nada, intentando asimilar la situación; la felicidad era demasiada, el pecho golpeaba con furia, no podía creerlo. -Mi querida Hana... ¿Q-quieres c-casarte conmigo?- Definitivamente, en cualquier segundo, el cuerpo caería, se aferró con fuerza a la mesa, mirando en lágrimas los ojos fijos en ella. Intentó decir algo, pero un beso le cubrió; rodeo con los brazos el cuello del pelinegro, sosteniéndose con fuerza. Los labios se dejaron unos a otros, con lentitud, acercando solo los rostros. La niña sonrió, susurrando levemente. -Si, quiero- Se aferró con firmeza a los brazos del pelinegro, dispuesta a no alejarse de él, definitivamente, jamás.
-Te amo-
miércoles, 27 de noviembre de 2013
En mis sueños mis parpados parecían tintinear con nerviosismo. En mi rostro una luz molestaba mis ilusiones de felicidad. Que fastidioso. Acerqué mi cuerpo a un lado de la cama, intentando por medios humanos alejarme de ese fastidioso brillo en mi cara. ▬▬Oswald es hora de levantarte▬▬ Abrí mis ojos molesto, aun en la mañana, la voz de la criatura más odiosa en el universo me llegaba simulando cariño. Le miré un segundo, con expresión serena y tranquila, intentando que su boca no dijese nada más allá de lo estrictamente necesario. El hizo un simple movimiento, dando un portazo de descontento. ▬▬Que idiota▬▬ Bufé
Salí de mi cuarto, sin siquiera ponerme la camina, seguramente la servidumbre haría el escándalo de siempre al verme en estás condiciones. Respiré profundo, mostrando lo ansioso de mi cuerpo. El hecho de poder ver sus rostros sonrojados es algo que hace a mis estímulos salir a flote. Si tuviera la oportunidad, seguramente podría hacerles sentir realmente bien. Reí ante mi pensamiento de idiota. Creer que es tan fácil hacer que una mujer muestre esas caras insulsas, aunque a mi parecer, prefiero los rostros que solo yo soy capaz de manipular.
Después de caminar, senté mi cuerpo en una silla; apoyando una mano en la mesa, poniendo mis pies sobre la misma, mostrando mi constante descontento por haber sido levantado a una hora tan anti-oswald. ▬▬¿Qué hora es?▬▬
Pregunté. Cerrando los ojos, cansado, fastidiado, y seguro de quien vendría a responder a mi pregunta. Quiero desaparecer.
▬▬Ya es tarde, deberías prepararte▬▬ Suspiré. Esté hombre debe suponer que no recuerdo que día es hoy. Lo sé mejor que nadie, mi corazón ha permanecido inquieto desde que he oído de su existencia. La excitación de ser capaz de tocar el liquido del que muchos temen. ¡Ah! Que divertido.
Me levanté de la silla en un movimiento violento. Si yo no iba pronto, sería demasiado tarde para mi pobre corazón. Di unos pasos lejos de la mesa, escuchando las voces escandalizadas de las sirvientas de mi padre. Aludían para retenerme, que aun era temprano, que tenía tiempo, que debía comer. Pero nada más insignificante ante mis ojos. Abrí la puerta con la misma ira de antes, y comencé a caminar hacia donde el lugar de mi felicidad se encontraba. ▬▬No resistiré demasiado▬▬
Paso a paso mi cuerpo se inquietaba más, emocionado, corrí. Las personas en las calles parecían nerviosas, alegres, diferentes entre sí. Aunque mi atención no podría verse más agena a todo aquello. Mis intereses iban más allá de prestar la debida atención a los que me rodeaban.
Forbidden Love
Un sueño ajeno a todo lo demás. Imaginaciones mías, locuras que pasaron sin necesidad. Tan real habría sido, tanto que fui capaz de sentir su cuerpo junto al mío, diciendo palabras que de mi boca jamás saldrían, teniendo en mi pecho sus lágrimas, rozando dulcemente sus pequeños labios.
He sido victima de un sueño extraño, he visto rostros que no recuerdo conocer. He sido capaz de inventar situaciones en las que seguramente jamás estuve, y que jamás estaré.
Vi en mis sueños una rosa, una que no tenía ninguna espina. Una flor dulce, siendo obligada a mostrar el filo que no tenía. La he visto caer, le he visto levantarse. He sentido sus pétalos rozarme con dulzura, mostrando en caricias palabras que sus labios no me decían. Sentí, sin conocerle, que esa rosa debía ser mía, que nadie más que yo tendría derecho a tomarle. Desee cortarla, desee acabar con su vida. Pero más no pude estar equivocado, que al tiempo quise protegerla. Pensé al principio en mi simple egoísmo; ser propietario de su cuerpo, de su alma, era lo único que pasaba por mi mente. Más así, no fui capaz de darme cuenta, que me hice dueño de su corazón. Que deje a aquella rosa tomarme como objeto, deje a aquella rosa ser dueña de mis muecas, controlar mi cuerpo a voluntad. Hasta el punto que caí ante ella.
Esa rosa era única, era mía, solo mía. Tenía que protegerla, alejar a quien desease hacerle daño. Intenté dar mi vida, cuidarla, pero al fin y al cabo, fue cortada. Pero algo fue diferente, el rojo que antes era de ella, veía su tintura sobre mi, cubriendo en totalidad mi cuerpo, diciendo en leves susurros "duerme, cierra tus ojos"
Sentí un peso sobre mi, sentí resbalar lágrimas en mi piel, oí su voz, su dulce voz. Mi tierna rosa sonreía, no, ella lloraba. Decía mi nombre en poca voz, quise detenerle, gritar que no llore. Pero en medio sueño, desperté. Envuelto en un suelo de metal, llegué a verle, mi rosa estaba allí. Inalcanzable, irreconocible. Me vi rodeado nuevamente entre sus pétalos, perdí, volví a caer. Desperté. En dos sueños la conocí, en dos sueños la ame, en dos sueños intenté hacerme a su lado, pero no lo logré. Perdí, volví a perder.
Atado me veo ahora, por hilos que no me dejan recortarle. Deseo ver el rostro de mi rosa. Decirle que le amo, decirle que le amo.
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