lunes, 6 de enero de 2014


 -Parte sin censura-

-¡Ayuda!- no hubo respuesta -¡Mami!¡Papi!- no hubo respuesta, sabía que detrás de mi habían más personas, sabía que más de la mitad me observaba con diversión, mientras que la otra intentaba retener las ansias por dejarme ir. -¡¡Mami!!- Suplicó, cubierta en lágrimas.

-¡Cierra la boca!- Escuché -¡¡AH!!- respondí. Sentí como algo impactaba contra mi, mi espalda ardía y gritaba por su cuenta, curvándose delicadamente ante el dolor. Algo parecía bajar por mi piel, estaba caliente, se movía con fluidez. sangre. -¡Agua, por favor! Duele- pedí, pero nadie me dijo nada. El cuerpo me estrujaba y no me dejaba pensar.

-Maldita niña, deja de gritar- después de oír eso, supliqué y supliqué, pero lo único que hacía era aumentar el mal rato que estaba pasando. Por cada grito, por cada queja que tuviera, había un golpe. -Una dama no grita- me decían -una dama no se queja- agregaban. Me lastimaron varias veces, me hacían doler sin sentir la menor de las piedades por mi. Las marcas del látigo, las manchas de mi sangre, el murmurar de mis pedidos. mami, papi.

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